14.12.11

Confieso

Mis dedos piden voz:

Fue momento de salir de ese extraño pensamiento, de ese estado impenetrable que me arrastraba incesante hasta algo ignoto. Confieso que mucha de la culpa fue mía, que una camino sin salida se me presentó de un día a otro. Confieso que muchas trampas me tendí en el camino no aprendí a ver la mano amiga, a ver el mensaje de luz y la eterna sonrisa del firmamento. Mi camino oscurecido, se vio interrumpido por un sentimiento de insensatez que no fue una cachetada. Un estado no es eterno, el cambio es necesario, la evolución más no la involución. ¿Qué aprendí? A no tenerme miedo, a pensar en valorarme y en no odiarme. En reconocer que no es necesario no ser yo para retener algo. Confieso que no he sido la mejor persona del mundo. Confieso que aún me falta aprender mucho de mis errores. Confieso que así como dejé que me lastimaran haciéndome creer a mi misma que podía cargar con eso lastimé de mil maneras a más personas. Confieso que odié en lo que me convertí. Confieso que me di cuenta muy tarde del por qué de mis actos. Confieso que no entiendo a veces el mundo ordinario. Confieso que mi alma no se encuentra en este cuerpo, y que este cuerpo está fatigado, pero con ganas de seguir adelante. Confieso que abro puertas, no sé si para recibir más golpes, darlos yo o aprender del otro lado de la puerta y que exista una retroalimentación. Confieso que tuve que aceptar la ayuda de alguien más a pesar de que la ayuda siempre la brindo yo. Confieso que hay veces que resuelvo vidas para sentirme necesitada y que mi vida no se resuelve por que a veces pido ayuda. Confieso que ya me dí cuenta que mi vida la resuelvo yo y a mi manera, que no hay mejor manera que esa para sobrevivir. Confieso que le he dado la espalda a mis mejores amigos por egoísmo, por que no entendí que me brindaban ayuda y yo no quería ser salvada. Confieso que quería ser una mujer autómata sin sentimientos. Confieso que dejé de expresar lo que sentía por las personas. Confieso que debo pedirle una disculpa a mi mundo inmediato. Yo no soy esa, yo soy otra más segura de sí y con muchas capacidades para seguir adelante. Así es, él ya no está, el vacío permanece, nadie ocupará su lugar. Y por eso mismo aprendo de él, que fue grande en espíritu y lo seguirá siendo por toda la eternidad. No he perdido nada, he ganado mucho. Lo hecho hecho está.... ¿qué sigue entonces? Afrontar la consecuencia de mis actos, y con eso... Improvisar. Jugar....


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